sábado, 8 de octubre de 2011

Crepúsculo

-Decidí que no importaba -susurré.
-¡Que no importaba! -el tono de su voz me hizo alzar los ojos. La máscara tan cuidadosamente urdida se había roto finalmente. Tenía cara de incredulidad, con un leve atisbo de la rabia que yo temía.
-No -dije suavemente-. No me importa lo que seas.
-¿No te importa que sea un monstruo? -su voz reflejó una nota severa y burlona-. ¿Que no sea humano
-No.
Se calló y volvió a mirar al frente. Su rostro era oscuro, gélido.
-Te has enfadado -suspiré-. No debería haberte dicho nada.
-No -dijo con un tono tan severo como la expresión de su cara-. Prefiero saber qué piensas, incluso cuando lo que pienses sea una locura.

—Así que, ¿me equivoco otra vez? —le desafié.
—No me refiero a eso. «No importaba» —me citó, apretando los dientes.
— ¿Estoy en lo cierto? —contesté con un respingo.
— ¿Importa?
Respiré hondo.
—En realidad, no —hice una pausa—. Siento curiosidad.
Al menos, mi voz sonaba tranquila. De repente, se resignó.
— ¿Sobre qué sientes curiosidad?
— ¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete —respondió de inmediato.

— ¿Y cuánto hace que tienes diecisiete años?
Frunció los labios mientras miraba la carretera.
—Bastante —admitió, al fin.
—De acuerdo.
Sonreí, complacida de que al fin fuera sincero conmigo. Sus vigilantes ojos me miraban con más frecuencia que antes, cuando le preocupaba que entrara en estado de shock. Esbocé una sonrisa más amplia de estímulo y él frunció el ceño.
—No te rías, pero ¿cómo es que puedes salir durante el día?
En cualquier caso, se rió.
—Un mito.
— ¿No te quema el sol?
—Un mito.
— ¿Y lo de dormir en ataúdes?
—Un mito —vaciló durante un momento y un tono peculiar se filtró en su voz—. No puedo dormir.
Necesité un minuto para comprenderlo.
— ¿Nada?
—Jamás —contestó con voz apenas audible.
Se volvió para mirarme con expresión de nostalgia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario